El golpe de agua fría en la espalda -la cañería rota-, el corte nuestro de cada día con la cuchilla de afeitar, el café ardiendo en la boca, el sabor amargo de la pastilla diaria, el alarido imprevisto de la radio en el coche que te rompe los oídos, los ojos irritados frente a la pantalla, la aguja, el esparadrapo, la insulina, la comida basura y el grito silencioso de la úlcera -el informe inminente o el disco duro roto-, la impredecible caries, el pertinaz lumbago, el dolor de cabeza cuando cae la tarde y esa luz que se funde y estalla: el calambrazo y los cristales rotos en los dedos. Y así hasta cuarenta veces. Atado a la columna. Amanece y el despertador te picotea la cabeza como un gallo.
Ecce Homo.
jueves, 25 de febrero de 2010
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4 comentarios:
Ecce homo, y ecce autómata. Muy bueno, como te dije ayer.
Bravo, José María.
Hermoso.
Algún día me dedicarás uno, ¿no?
Abrazos
Felicidades, José María. Buen trabajo.
Un abrazo
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