miércoles, 24 de marzo de 2010

Cuaresma (día 33)

“Cristo moreno
pasa
de lirio de Judea
a clavel de España.”
(Lorca, Poema de la Saeta)


En el solar abierto a los escombros, junto a la fábrica abandonada y las últimas naves del polígono, al llegar el buen tiempo asomaban los lirios, unos lirios humildes de tallo y flor pequeña, morados con trazas amarillas. El niño, que buscaba lagartijas y ranas junto a la charca ciega de yeso y uralitas, admiraba esta flor más que ninguna, su heráldica presencia entre tanto rastrojo chamuscado, entre las pocas amapolas deletéreas y el humilde diente de león. Escarbaba la tierra buscando los rizomas y al final acababa por cortar la flor, a veces por decenas, para llevarlas consigo. Ya en casa, bajo la columna de una enciclopedia, extraía su savia lentamente, prensándolas sobre papel de estraza. Luego las pasaba a los herbarios o las dejaba entre las hojas de los libros. Pétalos frágiles y finos, como las alas de una libélula, que ahora vuelven al cabo de los años para dejarte en la punta de los dedos la huella roja de una herida, de otro marzo partido en la memoria.

Los lirios.

Ni Salomón en toda su gloria fue torturado con tanto esplendor.
(Correspondiente al domingo 21 de marzo)

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