Una gran carcajada estremece el paisaje. La atroz trituradora afila las cuchillas. Golpea con su maza los cuerpos y las flores. Machaca las murallas protectoras. Revienta los globos de la luz. Es la muerte que baja con sus vastas legiones y los carros henchidos de hediondos despojos. Es la muerte: galopa sin descanso desde antes del día por la estepa de carne y pedernales agudos. Vino sin avisar en mitad de la vida y ahora nos arrastra al barranco entre aullidos, a través de la taiga, por la nieve y la sombra. Espérala de frente cuando el río transporta los huesos lacerados, la gran carnicería. No la viste bajar en la súbita tarde, pero no tengas miedo, lo que a todos aterra no es más que una tramoya. Llámala por su nombre y bajará del caballo. Porque la muerte es dulce como el sueño del sauce cuya larga melena se inclina hacia el arroyo y que la brisa ondea camino de la mar. Que este soplo tranquilo, que este suave murmullo, te conduzcan dormido por las verdes praderas. Como un niño pequeño a punto de nacer.
La buena muerte, la hermana muerte.
(Correspondiente al lunes 22 de marzo)
miércoles, 24 de marzo de 2010
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1 comentario:
Hablar de "buena muerte" es de por sí insólito, llamatico.
Ver ese Cristo muerto en un paso tan sencillo, con lirios o con claveles, avanzar con el Alcázar de fondo, resume a la perfección el dolor y la esperanza. Que probablemente surge, sobre todo, de la belleza. No es poco.
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