lunes, 4 de octubre de 2010

La máquina del tiempo (II)

Encontré la lámpara en el mercadillo del Jueves de Sevilla. Yo acababa de salir del hospital y estaba aún convaleciente del colapso nervioso al que me condujo la escritura compulsiva de los textos de "Cuaresma", fruto de un inquietante estado de conciencia que, pese a lo que me aseguraron los médicos, no estaba seguro de haber superado. Aquella mañana soleada de mayo recorría la calle Feria con la esperanza de que la natural algarabía del barrio levantara mi ánimo apesadumbrado. La baja laboral me permitía, por fin, estas excitantes excursiones por mi propia ciudad. El candil de bronce, grabado con arabescos, parecía salido de un bazar de las "Mil y una noches", lo compré con la intención de darle una sorpresa a mi hija pequeña que todas las tardes, antes de irse a la cama, me obligaba a leerle el cuento de Aladino. No me costó cara, pero hube de porfiar bastante con el chamarilero que se resistía a vendérmela, sin explicaciones, poniéndome por delante otros cachivaches inútiles para mi propósito. Volvía ya a mi casa, pensando en los tres deseos que concedería a mi niña, cuando, cerca de la Catedral, una gitana vieja, casi egipcia, me paró y me puso en el bolsillo de la camisa una mata de romero sin pedirme ninguna moneda, lo que me extrañó mucho. Recuerdo que me miró fijamente a los ojos y que pronunció muy seria dos o tres frases guturales en caló que no pude comprender. Esa noche tuve la primera pesadilla. Al despertar, casi al mediodía, vi que había dejado la lámpara apoyada sobre el tercer tomo de la "Historia de Roma" de Thedodor Mommsen, el dedicado a las guerras civiles y la caída de la República. Porque yo seguía trabajando en mi tesis sobre la Historiografía comparada del siglo XIX, pese a las graves advertencias de los doctores.

5 comentarios:

Fernando Moral dijo...

Qué bueno, leyendo la primera parte, no sé si calificar esto de "flash back" o "flash forward", según si consideramos la acción relatada o la histórica. Sorprendente. Ya estoy enganchado, me temo.

Un abrazo.

Unknown dijo...

No trabajes tanto José María, es malo para la salud. La salud del alma quiero decir.

Excelente.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Qué cosas, precisamente ando yo leyendo ahora a Mommsen, aunque ya voy por el último tomo.

Me gusta mucho esta serie.

alelo dijo...

Yo quiero saber los tres deseos.

José María JURADO dijo...

Fernando, tanto inglés me deja en shock. Thank you.

Ramón, ganarás el pan con el sudor de Zapatero.

Ide, tú me diste la idea de Mommsen, podría haber sido Tácito, Gibbon, pero tómalo como homenaje, debes ser el único que lo está leyendo en España, además del personaje.

Tres deseos, Alelo, me temo que no va a ser tan sencillo.

Gracias.

 
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