La primavera empieza mañana, cuando el reloj astronómico de la ciudad, que se rige por una cosmoagonía propia, señale el equinoccio entre el sol y la espadaña. Noches blancas bajo la cúpula de un cielo azul esmaltado del que han huido los demonios. La primavera empieza mañana, cuando la salomónica columna del incienso escale las tapias de los conventos y en el aire se encienda un laberinto de viejas luminarias. Habrá una larga marcha de ramos y palmeras y la ciudad pondrá en tu mano un hilo de oro, el mapa del acanto y la diadema estrellada, para que busques a Dios a lomos de un borrico. Ni la sangre, ni el martillo, ni las frías espinas, la crueldad no tiene espacio tras los muros sagrados de esta plaza, Jesús de Nazaret resucitó de entre los muertos y por eso mañana es primavera y bajarán, podrás verlos, los ángeles custodios de la gran armonía. No es la cruz de la muerte la que pasa estos días, con su carga pestilente de envidias maceradas, con el sórdido carro del tarot, sino la Cruz Triunfante, la que detiene el tiempo y da la Vida Eterna, la que rozan las golondrinas con el ala alabeada del Amor.
sábado, 16 de abril de 2011
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2 comentarios:
Sic,
un abrazo.
Esencia y emoción. Ahí es ná.
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