sábado, 11 de febrero de 2012

Cebra


Durante muchos años he pensado que la naturaleza humana se podía dividir en dos categorías, la de los conductores que se paran ante un paso de cebra y la de quienes lo cruzan a toda velocidad sin miramientos. Abunda, sin embargo, una tercera especie, la de los que aguardan emboscados para ejecutar un atropello sin más contemplaciones, dándose luego a la fuga. A su vez, ésta se subdivide en dos órdenes: la de los que ejecutan sus acciones de forma meteórica a plena luz del día y la de los que se deslizan entre las sombras. Los primero son temidos y admirados y hacen carrera en la escala social, los segundos, simplemente temidos, pero se enriquecen antes. Al parecer, por un atropello nocturno, se percibe algún tipo de JACKPOT, de día, en cambio, los puntos que se ganan depende de la víctima. Recuerdo que mi profesor de autoescuela me contaba que lo que más contribuía al SCORE eran, por este orden: los curas, las monjas, los ancianos y las embarazadas, que puntuaban doble; pero entonces yo no hacía caso de estas cosas y, en general, procuraba pararme.


3 comentarios:

Mora Fandos dijo...

Las prisas son malas, ya se ve lo que viene después. Saludos, José María

Olga Bernad dijo...

Miedo.

José María JURADO dijo...

Gracias José Manuel, Olga, lo mejor es cruzar por un paso elevado.

 
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