Cuando por fin lograron
desatrancar la puerta se encontraron, en lugar del cochambroso y funcional comedor
de oficina, un salón rococó con el techo estucado y las paredes pintadas al
fresco con motivos alegóricos. Sobre las mesas de madera labrada resplandecían las
tablas de tracería; al fondo, en el lugar que antes ocupaban el fregadero y el
microondas, junto al tragaluz, colgaba una perfecta reproducción del “Nacimiento
de Venus”. Resultaba admirable: ¿cómo y cuándo lo había hecho? Sobre el suelo
recién pulido, alguien encontró una nota de papel arrugada procedente del viejo
tablón de anuncios del comité de empresa: “Por
favor, Deja la sala como te gustaría encontrarla. GRACIAS”.
jueves, 16 de febrero de 2012
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4 comentarios:
Genial, tanto la idea como la exposición. ¿Hay algo de autobiográfico?
Un abrazo.
Gracias, Fernando. Algo hay ahí.
Me ha gustado mucho, supongo que has leído ya a Arreola, ¿no? el otro día leí unos cuentos cortos suyos, menos cortos, geniales y me ha recordado u npoco el mecanismo.
No, Alberto, no he leído a Arreola, habrá que saldar la deuda, gracias.
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