sábado, 14 de abril de 2012

Miércoles Santo

Las manos transparentes de los niños muertos atraviesan la crestería cerrada de los balcones  para tocar la madera, pero tú no los ves. Hay un rumor continuo de abanicos románticos en la calle vacía, pero tú no los oyes. Es la hora alta de los crucificados, cuando crece la tristeza de los patios y florece la angustia rota de las cancelas, cuando la piedra lunar atrae a los desaparecidos; pero tú solo percibes el desamparo dulce  de su congregación, la estela melancólica de la ciudad. Hijo del limo, ¿por qué estás ciego? ¿Adónde huiste la noche de Getsemaní?


4 comentarios:

Fernando Moral dijo...

Tremenda estampa ¿multisensia?

Mora Fandos dijo...

Precioso, José María.

Al norte de los nortes dijo...

Desgarrado, brutal, precioso, desolador lo que tiene que ser un poema, enhorabuena

José María JURADO dijo...

Qué buenos sois, muchas gracias, amigos.

 
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