Las manos transparentes de los niños muertos atraviesan la
crestería cerrada de los balcones para
tocar la madera, pero tú no los ves. Hay un rumor continuo de abanicos románticos
en la calle vacía, pero tú no los oyes. Es la hora alta de los crucificados, cuando
crece la tristeza de los patios y florece la angustia rota de las cancelas,
cuando la piedra lunar atrae a los desaparecidos; pero tú solo percibes el
desamparo dulce de su congregación, la
estela melancólica de la ciudad. Hijo del limo, ¿por qué estás ciego? ¿Adónde huiste la noche
de Getsemaní?
sábado, 14 de abril de 2012
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4 comentarios:
Tremenda estampa ¿multisensia?
Precioso, José María.
Desgarrado, brutal, precioso, desolador lo que tiene que ser un poema, enhorabuena
Qué buenos sois, muchas gracias, amigos.
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