[Crisis 1]
Habita el hombre un estado de alucinación
perpetua que le permite afrontar el horror de la muerte (¿Jung?). La realidad
objetiva es una estrategia biológica escapista. Ante la mentira tridimensional,
y como una alternativa o intensificación del cotidiano delirio, poco complaciente
a pesar de todo, floreció la ficción literaria, paraíso artificial y solitario.
Como la lectura implica una escisión de la realidad “real”, esto es, compartida,
siempre ha resultado sospechosa de rebeldía. La aceleración de la tecnología fomentó,
sin embargo, derivados de la literatura capaces de suplir su limitación como experiencia
colectiva sin mermar, más bien al contrario, sus facultades letárgicas. El
primer motor de la cultura de masas fue la rotativa de los periódicos, las
ondas hertzianas su más implacable difusora. La irrupción de las redes sociales
constituye otra vuelta de tuerca en este proceso de ficcionalización del yo:
sobre las dos dimensiones del espacio y del tiempo se superponen las dos
dimensiones de una pantalla incesante. Más allá del ámbito doméstico y ¿laboral?
se está disolviendo la realidad objetiva como la veníamos asumiendo. Desde un
punto de vista platónico y kantiano, y en consecuencia ingenuo, el nuevo
paradigma podría vislumbrarse como un primer aviso de la superación de la fenomenología,
como un perfeccionamiento de la conciencia y el alto espíritu. Pero sabemos que
esto no es así, asomados al espejo digital de la madrastra de Blancanieves
millones de personas nos entregamos diariamente al penoso ejercicio de repetir
el guión de una sola línea que han escrito para nosotros: “ME GUSTA”.
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