No el que descubrió Colón, aunque también, sino el que pintó el músico checo Antonín Dvořák en su novena sinfonía con el pincel cromático de la melodía y la tensa energía de Beethoven. Asistí el otro día en El Maestranza a una magnífica interpretación de esta obra a cargo de la Sinfónica de Sevilla con Frank Beermann al frente de los atriles.
Esto es lo que anoté después de cada movimiento, vamos, lo que técnicamente viene siendo una écfrasis.
Más abajo, un enlace la Filarmónica de Viena, con Karajan: un hombre y una orquesta del Mundo de Ayer en una interpretación absoluta del Mundo Renovado.
Sinfonía del Nuevo Mundo
[I.
Adagio-Allegro Molto]
La sirena del barco, grave y profunda como un cuerno de
caza, ha rasgado la bruma, tras las sombras emerge el coloso de bronce, la
efigie aguamarina con la antorcha de oro.
[II. Largo]
Una lenta manada de bisontes cruza la gran pradera de la
orquesta más allá de los montes Apalaches. Retumban a lo lejos las aguas del
Moldava.
[III. Scherzo, Molto
Vivace]
Las
guirnaldas eslavas en el puente de Brooklyn mecidas por el viento entre atalayas
góticas. Sobre el latón bruñido de las tubas reverberan las cúpulas de Praga.
La noche en la bahía como un códice miniado por ventanas de cadmio y de
Mondrian.
[IV. Allegro con fuoco]
Hay un Canto General en los timbales, laten las cordilleras
al ritmo del vapor y los ríos y nubes se despeñan en cataratas verdes de
petróleo. El águila de acero cae en picado contra el violento mar de los violines.
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