sábado, 23 de diciembre de 2017

Lux Mundi

Mira brillar las luces de diciembre:
las brasas donde arden los frutos del otoño
con su larga bufanda de humo y carbonilla,
los retablos de neón de los comercios
y el mosaico oriental de los copos de nieve
que caen de los cielos encendidos.

Venimos de la sombra y hacia las sombras vamos
con un poco de luz.
Y aunque la antorcha roja del abeto de invierno
apenas ilumine las tinieblas
de esta gruta de oro y de dolor
seguimos el camino de la noche del alma.

Avanzamos a tientas por la bruma
agitando la tea de la angustia y el júbilo,
-EX ORIENTE LUX-
pero de nada sirve la pálida peluca,
el gastado amarillo de las enciclopedias
salpicadas de sangre y de razón.
El sol muere también guillotinado
en la espesa maleza del jardín
y un hachazo de luna corta el seto de boj.

Bajo el muérdago rojo del druida
aún seguimos buscando la llave del zaguán,
el carbón de la llama que hace tibia la leche
y la escarcha profunda que quema el corazón,
pero nada ni nadie responde a la llamada
del perro solitario que aúlla en la espesura.

Así brillan las luces de diciembre,
esas hondas bujías que laten bajo el vidrio
esos astros eléctricos y su poco de luz
que son el candelabro de la muerte.

Pero no tengáis miedo si algo irrumpe en la noche
y golpea tres veces la aldaba de la puerta 
en la penumbra alta del cardo y de la ortiga,
saturada de sangre y de hojas de acebo.

Esta será la señal convenida
si una estrella de carne naciera del abismo.

"La luz del mundo"

William Holman Hunt ( Londres, 1827 . 1910) 


 
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