¡Campanilleros! La navidad es ahora, cuando las guirnaldas
de azahar se posan como estrellas en los naranjos y en la corona de espina de los
limoneros crecen palomas moradas de aroma y luz. Como en los cuadros de Georges
de Latour recibe el niño la cera luminosa que hace cristalizar la bola radiante
del árbol de la vida. Y crece recto el leño prodigioso donde el Niño y el Hombre
se hacen Dios entre pañales de lino y sudarios de muerte. Y es la madre la Niña y es la Anciana que
lleva sobre el pecho el dolor de la muerte y los dolores del parto. Late el
corazón de la ciudad abierta y sin posada adonde acuden todos los nazarenos de
la historia a ser censados. Es navidad ahora y en esta madrugada sigilosa
vendrán los reyes del Oriente con la llamarada verde de la esperanza.
Nochebuena esta noche de los campanilleros en la que, abandonados del ser, decidimos
existir con más potencia, ebrios del vino de los jueves y del ácimo pan de la
cena donde al final canta un gallo. Hoy vamos a ser en los sentidos, hoy vamos
a existir en cada poro del alma y de la piel.
Naceremos hoy y moriremos, como nacen y mueren las flores y los hombres,
como han nacido y muerto desde el principio del mundo, mirando al sol de frente
y a la inmensa luna. Traspasados por un hacha misteriosa de luz y de conciencia
que nos dice: existe, sé. ¡Campanilleros! Cantad la noche eterna, este caos de
inciensos y de nieblas de donde fluye el cosmos, el universo irradiado de las
manos de Dios.
Detalle de San José carpintero (c. 1638-45), de Georges de la Tour |
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