viernes, 22 de junio de 2018

Teología política

En mi opinión la mayoría de las cuestiones que ahora pretenden resolver los estados a golpe de decreto ya habían sido resueltas satisfactoriamente por el Cristianismo.
A diferencia de la religión estatal frente a la que uno se puede escabullir o disimular, la ley divina ilumina hasta el último escondrijo del alma humana y ya tenía puestos vigilantes, policías y jueces donde ahora hay un vacío existencial, moral y legal.
Es natural que el siglo de las luces y sus posteriores manifestaciones revolucionarias renunciaran a una estructura política teológica, aunque hubiera funcionado razonablemente bien por varios siglos.
Pero ha sido un error cósmico abandonar los valores cristianos únicamente por evadirse del yugo eclesial.
Por más que los filósofos buenistas se empeñen es imposible articular una ética objetiva de aplicación universal si no está soportada por una comunidad de valores trascendentes.
Individualmente claro que es posible, pero como un proceso largo, costoso y de depuración intelectual que no es exigible al común.
No todos los ciudadanos son Marco Aurelio o Confucio que no obstante también serían una solución.
Si el paganismo abandonó la barbarie gracias al amor cristiano y la lucha de clases fue elevada sobre las grandes masas de comunistas utópicos devotos de Dickens, Tolstoi y Víctor Hugo, ¿en manos de quién nos hemos arrojado ahora que no hay brújula ni norte, y solo existe una ética social falsaria?
Muchas veces me acuerdo de lo que André Malraux, icono de la gauche divine y del conservadurismo republicano dijo acerca del siglo XXI, que sería religioso o no sería.
Y si la humanidad va mejor, porque en muchos aspectos es así, es porque aún no se ha evadido de ese humilde afán de servir a una causa más alta.
No sale a la vida pública, pero está ahí, como la institución familiar o la nación, que son sentimientos no legislables.
Pero en fin, el siglo XX tenía un problema con el sexto mandamiento ~y es verdad que es una cuestión por resolver~ y decidió dinamitar dos mil años de occidente para acabar creando un problema mayor y sin solución posible.
No me cabe duda de que al final de este proceso histórico se volverá la mirada al gran edificio cristiano y el hecho de que algún lector al leer esto se enfurezca y se vuelva del color del azufre no deja de ser una prueba a favor, pues largo, solitario y pesaroso es el camino que conduce a la Cruz.

No hay comentarios:

 
/* Use this with templates/template-twocol.html */