La del alba sería, la primera
madrugada de enero,
salíme al campo a ver
la gran rueda del cielo.
Sobre el paisaje plácido y
sencillo
verdecían las matas de romero,
la hierbabuena y el tomillo.
En el aire tronaban los
disparos,
las voces de alambique y los
lebreles
del cazador lejano.
(Como violines de Viena
los rifles afinados:
“¡Vente al Alosno, niña,
vente
temprano!”).
Despacio, muy despacio
yo caminaba
hacia la plenitud del año.
De pronto,
en mitad del camino de las vides,
en mitad del camino de las vides,
el mundo se hizo hondo,
semejante a la noche
triste y silencioso.
Vaharadas de niebla y de penumbra,
solo yo vi pasar al toro.
Trigueros (Huelva), mayo de 2016. Hijos de Celestino Cuadri (JMJ) |
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