Vivimos en el mejor de los mundos posibles: en la Roma de Nerón, en el Cartago de San Agustín, en la Viena de Francisco José.
En la centuria previa al colapso de las civilizaciones conviven las más altas expresiones del espíritu con la glorificación de la hez y la escoria.
Justo antes de que todo se derrumbe los felices escogidos tenemos a nuestra disposición un inabarcable universo de belleza, lo mismo cabe decir para quienes prefieran enfangarse en el lodazal.
Ahí tenéis la boda de los Ramos, absurda e infantil.
Los nobles con ese dinero además de la fiesta le encargaban un Palacio a Paladio y unos conciertos a Heendel.
En estos tiempos de impostura es difícil calcular cuándo será el inevitable colapso, puede ser la próxima semana o quizá habrá que esperar uno o dos siglos.
Pero el ocaso de los dioses no tardará, cada tanto la humanidad se tiene que inmolar en el fuego purificador para purgar sus excesos.
¡Benditos quienes alcancen a conocer la nueva Edad Media, el nuevo Renacimiento!
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