domingo, 15 de marzo de 2020

Diario del año de la Peste (II, El cuaderno gris)



Bueno, pues ya estamos cada uno en nuestra casa y Dios -o el Gobierno- en la de todos. 

Hoy voy a escribir un poco más en serio, pero no mucho más, o quizá solo más sereno que serio.

Hoy no habrá pangolín

La tarde de ayer fue angustiante, no se entiende que el gobierno no fuera determinante en las medidas a primera hora del sábado, realmente y a la altura de los acontecimientos no iba a mejorar nada o casi nada respecto a la propagación, pero hubiera ayudado a transmitir siquiera un poquito de serenidad.

Como en la invasión napoleónica el pueblo se ha organizado otra vez solo, gracias al ejemplo de Italia se ha sido rápido en tomar conciencia, pero faltaba la coerción de la fuerza para contener a los desinformados, egoístas y desaprensivos.

Me parece que las autoridades autonómicas, en la medida de sus posibilidades, han expuesto una imagen de solvencia y seguridad mayor que la del gobierno central, pienso en Madrid, Andalucía y Murcia, sobre todo.

Desconocía al Presidente de Murcia, pero me gustó mucho su contundencia.

¡Murcia, qué guapa eres!

De la lamentable actuación de las autoridades legales e ilegales del País vasco y Cataluña, solo equiparable a la imprudencia del vicepresidente con un ego por encima de la salud pública, es mejor no hablar, no podíamos esperar nada bueno, así que es absurdo reprochárselo. 

Ya les picarán las espinas de la corona.

Cuando ayer empezaba este diario me vino a la mente el CUADERNO GRIS, de Pla, que arranca con la gran epidemia de la gripe española (y por tanto catalana) que asoló el planeta en 1918 dejando un saldo en las albardas de la muerte de más de doscientos millones de personas, prácticamente el 5% estimado de la población mundial.

Bueno, pues Pla se va a casa de sus padres, a Palafrugell a leer, a comer crema catalana y a admirar los crustáceos rocosos de la Costa Brava, es un libro bellísimo e indolente, de una inacción sensual que es quizá la posición mental (no moral) más adecuada para sobrellevar este tiempo: mientras se despeja el temporal concentrémonos en los placeres más a la mano.

Como hicieron en el campo, cuando la peste bubónica, los jóvenes del Decamerón.

Como en el fondo se hace cada día, cuando no se tiene a Africa o a Oriente Medio en la cabeza, ni nos afectan los problemas o sufrimientos del vecino del quinto.

Poco más podemos hacer, mira uno a la calle y pareciera que circulara por ellas el ángel de la muerte, escucha a uno a los medios y pareciera que Gengis Khan hubiera arrasado las ciudades y que sobre ellas no volviera a cruzar la hierba.

Pero no es así.

No puedo evitar pensar que en el tratamiento de la crisis, que ha desembocado en nuestro enclaustramiento en las madrigueras, debe de haber algo más, algo de experimento social, pero por otro lado conviene pensar que no, que la realidad es tan absurda que parece falsa. 

¿Cómo se hubiera gestionado esto hace, pongo por caso, cinco años? Creo que como siempre, los titulares serían los de tantas navidades, más o menos la noticia sería así:

“Los centros de salud se encuentran colapsados por la alta incidencia de la gripe estacional motivada por el descenso general de las temperaturas. Las comunidades autónomas ruegan que solo se acuda a los hospitales con síntomas graves y recuerdan que el número de fallecidos, ancianos en su mayoría, ha ascendido en un 20% respecto al año anterior”.

En nuestra oficinas habría habido más absentismo y los niños estarían, como están todos los años, todos malos y las guarderías vacías. En las carnicerías la gente hablaría - a golpe de estornudo sobre la carne picada- de haber cogido "ese virus que anda por ahí."

Estos son los datos de la campaña de gripe 2018-2019 tomada de https://vacunasaep.org/

En la temporada 2018-2019 la gripe habría causado:
·        490·000 casos no graves de infección respiratoria / síndrome gripal atendidos en Atención Primaria.
·        35·300 hospitalizaciones por gripe confirmada.
·        2500 ingresos en las unidades de cuidados intensivos.
·        6300 muertes.

Esas 6300 muertes eran muchísimas, pero nade las cuestiona.

De algo hay que morir: es lo que se dice el inconsciente de Johnson en UK, otro que va a pagar el pato al pangolín (al final sí hubo pangolín).

Como del coronavirus ya todos somos (por desgracia) expertos no hace falta que repitamos los mantras de que no es igual esta enfermedad a la gripe o de que no hay vacuna, etc. No soy médico, yo expongo estos datos porque me tranquilizan y tranquilizarán a más gente por las insondables leyes del Big Data que nos hacen ser a todos iguales por grupo o afinidad,

Veo mucho miedo alrededor, pero que el miedo sea libre no quiere decir que deba ser, pasado el primer susto, gratuito y, desde luego, procede cortarle el paso hacia el mar del pánico.

Recordemos escenarios de crisis no demasiado remotas que produjeron angustia nacional: ¿os acordáis de aquel julio y agosto en el que sabíamos tanto de la prima de riesgo como ahora sabemos del coronavirus?

Bien pues ahora nadie le hace caso a la prima, porque hemos aprendido que no nos afecta, que si nos afecta poco o nada está en nuestra mano a hacer y que, con tiempo, la normalidad se restituye.

¿Nos acordamos, por ejemplo, de los sucesos en las Ramblas y el pánico que forzó a poner todos los lugares de ocio en cuarentena policial?

También entonces hubo gente que fue al supermercado a por papel higiénico.

Lo que sucede ahora se parece más al Diluvio Universal, Noé somos todos y cada casa es un arca de la alianza. Un día soltaremos una paloma blanca y volverá con una ramita de olivo con la forma de la curva que todos conocemos.

En estos dos días no hemos hecho otra cosa que mirar las noticias, atender al teléfono y vivir pendientes de la actualidad, pero ya no hay actualidad, solo el diluvio, por eso, como dice el chiste que circula en las redes, no nos importan ya nada las noticias del tiempo.

Ahora la noticia somos nosotros, que como en el Ángel Exterminador de Buñuel y sin conocer del todo los motivos, no podemos salir de casa nada más que para dar aplausos.

Pero podemos entrar en nuestros corazones y en el de nuestros hijos.

Que vaya bien la tarde, tenéis todos los museos de internet y todas las películas y libros del universo para ser felices, es decir, lo que viene siendo todo el tiempo del mundo: no lo desperdiciéis sufriendo por algo que no está en nuestra mano controlar.

Manos limpias es lo que toca ahora, que ya habrá días para la mugre de las papeletas.

PS: Se confirma que el virus habita la Moncloa y  el Palacio de Invierno de Galapagar, y no puede evitar uno en pensar en Lord Carnavon y los sucesos espantosos que acontecieron a la expedición que descubrió los restos de Tutankamon. Atendiendo a las fechas y para no descartar ninguna hipótesis, habría que enviar a unos virólogos a la fosa de Cuelgamuros.

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