Para tranquilizar a la población ayer el gobierno organizó una rueda de prensa con cuatro ministros, los generales de los tres o cuatro ejércitos (hace tanto que no los veíamos que he perdido la cuenta de cuántos hay) y un señor con carpeta que al parecer sigue siendo el responsable de que nos vayamos a contaminar todos, pese a contar con, decían, la mejor sanidad del mundo.
Los militares dan siempre miedo, se entrenan para ello, los uniformes son la mascarilla del poder omnímodo: ya teníamos la enfermedad, ahora la guerra, pronto, el hambre, nuestra obsesión con Mercadona descubre las raíces Carpantagruélicas de nuestro país, hasta que no tengamos cartillas de racionamiento no quedaremos tranquilos. Las de razonamiento, en cambio, se han perdido por completo.
En lugar de cuatro jinetes del apocalipsis en España tenemos ocho, a los que hay que sumar los apóstoles Pedro y Pablo, ¿qué puede salir mal?
En fin, cuando se saca a mucha gente a hablar es porque generalmente -y de los cuatro o cinco ejércitos- hay poco que decir. Así que ahí los dejamos, con sus cosas, jugando a las telepreguntas pactadas.
Al mismo tiempo y en la segunda cadena (la UHF de las redes sociales) conocimos lo afectada que está la monarquía por el Corinna virus, parece que el elefante blanco es grupo de riesgo y su hijo lo va a mandar a encerrar en un torreón con cadenas. Pobre, esto a un padre, por golfo que haya sido, no se le hace. Ya me pareció mal lo del cuñado, desterrado a la estepa castellana, mientras seguía el camelo de Camelot.
Felipe VI parece bueno y debe de ser un buen hijo, yo me supongo que esto de desheredar al padre en plena Guerra Pangolina lo habrán pactado como los Pujolines a mayor gloria de la Hispano-Suiza. Yo creo que tanto sacrificio no (nos) compensa, ni siquiera por España.
Hoy salimos a las 20.00h a aplaudir, nos cambian el horario cada día y nos proponen nuevas actividades para que no perdamos la identidad de grupo, el sentimiento de pertenencia a la manada, que es una palabra que ya no se puede decir.
Ni sabemos a quién aplaudimos ni quién escucha los aplausos, yo saco a las niñas al balcón para que socialicen y lo puedan contar a sus nietos, y aplaudo también, porque aplaudir es gratis.
Sigo sin leer, en casa estoy demasiado conectado, yo solía irme a los bares y cafés sin el móvil cargado y apuraba con un largo café páginas y páginas, pero ahora no puedo, el Wifi me supera.
Mañana teletrabajaremos, en mi profesión no he hecho nada que no fuera teletrabajar, ni como ingeniero de la cosa ni como poeta. El teletrabajo no es el trabajo a distancia sino el que se hace solo. A mí no me ha gustado nunca teletrabajar, me gusta la gente, aunque no espero demasiado de ella y me concentro mejor en mitad de una multitud coronaviral.
La España vaciada es ahora una realidad que supera cualquiera fantasía apocalíptica, vivimos de puertas para adentro, nunca antes en la historia habíamos tenido la muralla tan cerca, todo el país es una trinchera infinita.
Ayer alguien puso el himno de Andalucía a todo trapo, aunque era solo la excusa para seguir luego con la verbena, solo llevamos dos días y ya estamos agotados, a pronto que pase la santa compaña nos vamos con ella de juerga.
1 comentario:
Un abrazo fuerte y ánimo.
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