viernes, 27 de marzo de 2020

Diario del Año de la Peste (XIV. Oriente y Occidente)

Me admira el candor, -y me sumaría a él de buena gana si, como buen conservador, no fuera escéptico por naturaleza-, con el que se proclama que el actual confinamiento va a provocar un cambio de paradigma mundial. En el mejor de los casos vendrán, y mucho sería, los felices años veinte. 

La primera guerra mundial no fue vacuna para la segunda y el conflicto de hoy no es sino una variación de la WAR ON TERROR con que se abrió el siglo XXI. El arma de destrucción masiva está ahí en la calle, campando por sus respetos.

Lo que sí parece claro, como sucedió con el terrorismo y nuestra facilidad para plegarnos a sus exigencias (cámaras, controles, limitación de movimientos) es que estamos ampliando la respuesta condicional al miedo.

Debemos estar alerta y no inclinar la cerviz ante el mantra de que no son las vacunas las que nos salvan, que lo que cura es el Big Data.

No os dejéis implantar el chip del pensamiento unificado.

Durante el último lustro la economía estaba aterrada ante los efectos devastadores de algún posible virus informático y aunque es verdad que algunas empresas sufrieron terroríficas pérdidas, no son comparables ni por asomo con las que ha producido esta enfermedad.

A Dios gracias existe la realidad humana, separada de la tecnológica. No siendo solo de pan por lo que vive el hombre el peso de la economía debería ser relativo. Se puede enjaular al cuerpo, pero no se puede enjaular el alma.

No desparecerá el capitalismo por la misma razón que no ha desaparecido el comunismo y, si algo debiera servirnos esta crisis, es -precisamente- para evitar que ninguno de los dos sistemas -que son dos caras del materialismo bien cuajadas de crímenes- gane el terreno del espíritu.

La única respuesta al dolor sigue siendo la que yace confinada en el corazón del hombre. De todos los modelos de relación metafísica con la realidad solo el humanismo cristiano de occidente ha acertado plenamente en la construcción de un corpus intelectual, social y trascendental invulnerable a las catástrofes.

Lo que ahora se llaman "los valores".

Habiendo desvirtuado las viejas escalas eternas occidente sucumbe al miedo contra el que siempre se reveló, ya cruzando las aguas del Danubio y del Rhin para sojuzgar a los bárbaros, ya arrojándose partisanamente al monte para combatir al tirano.

Estamos de saldo, no en vano ha escrito hoy mismo en el Diario de Sevilla Ignacio F. Garmendia que una sociedad que se desentiende de sus ancianos es una sociedad indigna de perpetuarse."

Y frente a esto, el resurgir de China: "nuestros amigos" chinos nos proveen de material sanitario y anuncian al mundo un nuevo amanecer.

Pero será un amanecer siniestro: en la China el capitalismo más despiadado va uncido al más abyecto comunismo y todo el Oriente parece haberse contaminado de esa uniformidad viral. Hasta Japón, de quien hubiera uno esperado un liderazgo más individualista tras sus experiencias de dolor extremo.

Así, se nos dice que gracias a la dictadura China y a la obediencia asiática es normal que allí hayan salido tan rápido de la crisis, cuando en España -y a pesar de nuestros gobernantes- todos nos hemos recluido cívicamente con un rigor prusiano.

Pero las cifras de China, que sigue aislando territorios, tienen aproximadamente las misma validez  que los reactivos ful con lo que han timado a Don Simón.

Por otro lado nos inquieta comprobar, nos hace culpabilizarnos incluso, el hecho de que en Europa hubiéramos minimizado los efectos de la pandemia, como si no fuera con nosotros. Pero, ¿no será que en la China nadie podía escribir un diario como este? ¿No será que en China no existen escritores o poetas que como aquí los entendemos porque son aplastados por el sistema antes de poder levantar acta?

¿No será que nos faltaban testimonios ciertos y que solo hicimos caso cuando desde Italia nos reprendieron con nuestro mismo idioma?

Esa voz que no nos ha explicado el horror de Wuhan, como las voces silenciadas que no explicaron el horror de los soviets o de los congresos del partido nazi, son las que deben alzarse a defender un humanismo nuevo cuando esto acabe. Que no será sino el humanismo de siempre. El que llevamos cincuenta años echando a perder en brazos del cuerno de la abundancia y de las causas débiles.

Y mientras proliferan filósofos sofistas que, tras un aparente esplendor arriman el ascua a su sardina liberal o socialista. No les creamos. Son flautistas de Hamelín.

El gobierno de Italia y el de España tenían el deber de habernos protegido mejor, pero esa protección -aviso para el futuro- no se puede lograr a cualquier precio. Si el mundo orienta el rumbo a mejor puerto, que es el puerto de Occidente, los mártires del Covid serán, como todos los mártires verdaderos, mártires de la libertad

Eso que Lenin decía que no servía para nada.

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