No es una leyenda urbana, el chico de la curva existe y da más miedo que la muchacha de la carretera. Aunque se parece más a Garfunkel su nombre es Simón. Simón dice.
Simón dice y todos nos encogemos, no hay más que ver la cara de pánico que pone la intérprete de signos que lo dobla. La verdad es que el hombre tiene aplomo para seguir aguantando el tipo con el rosario de afirmaciones desmentidas por la realidad que arrastra. O es un monje zen o la marca de ansiolíticos que gaste debería hacerse publicidad con él, porque mejor no pueden ser.
Inevitablemente es uno de los malos de la película, como al virus no se le ve, el virus tiene la cara de Simón. Lo ve uno aparecer cada día con los ojos más hundidos y se dice, qué drama humano el suyo, ¿podría pasarme esto a mí? Nunca se sabe. La vida a veces nos hace responsables de situaciones que nos exceden, la cuestión sin embargo es que, por lo que ha indagado uno, este hombre se postuló para epidemiólogo mayor del reino. Y por ahí ya no hay escapatoria.
No sabe uno que cosa sea eso de ser epidemiólogo en España, pero hasta el COVID debía de ser algo así como una canonjía o una sinecura. Un oficio, como el verdugo de Berlanga, de esos que no se ejercen nunca, hasta que toca.
Me pregunto cuántos simones habrá ahora en España, ¿hay un Simón para la prevención y detección de huracanes? ¿Acaso otro Simón para las mordeduras de serpiente? ¿Un Simón de los terremotos y tsunamis y otro para las erupciones volcánicas?
A todos nos despistó lo de la gripe con la que comparamos a este bicho, yo no sé si la influenza en tiempos de influencers pertenece a su negociado, pero sí sé que cuando uno examinaba las cifras de muerte por gripe resultaban sorprendentemente altas. Habrá que darle una vuelta a esto también, por si acaso tenemos la gripe también descontrolada y nos hemos salido de la curva.
Seguimos sin material sanitario, la mejor Sanidad del Mundo se está vistiendo con bolsas de basura y los enfermos llevan cascos de snorkel. Esto resulta deprimente para el país y mina la moral de cualquiera, no hay aplauso que lo remedie.
Además nos estafan o tenemos mala suerte con los test y las mascarillas, cuando lleguen -si llegan- no sabremos dónde almacenarlas. Seremos el primer proveedor del mundo. Se imagina uno ahora este mercado peor que el del tráfico de armas o el de la droga. Procede, pues, hipotecarse todavía más a China, la productora del virus.
Mientras tanto seguimos aplicando la tecnología medieval que es la única probada y, siendo realistas, la única que tenemos. Lo que valía para la peste bubónica se espera que sirva ahora, -SIMÓN DICE- pero, ¿y si no? El virus está desbocado y en América o la India lo natural es esperar una hecatombe. Hasta que no enfermemos todos no parece que tenga solución la cosa y no creo que podamos seguir eternamente en casa.
Ojalá el verano.
Ojalá el verano.
Cuando los tsunamis de Haití o del Índico murió en diez minutos tanta gente como va a morir ahora. Pero lo de ahora es un tsunami a cámara lentísima y es muy difícil de asimilar. Pero lo asimilaremos, así es la naturaleza humana, mucho más fría de lo que aparenta, de puertas para adentro (nunca mejor dicho). Y saldremos a la calle a pillar el virus, confiando en la inmunidad de los otros, hará frío afuera, pero más frío hará en casa.
Las noticias del Sur de Italia hablan de grupos que atacan los supermercados porque sin trabajo no hay dinero para los yogures. No sé si llegaremos a esto, pero el confinamiento no es gratis, es psicológicamente duro y a estas alturas es imposible aspirar a la desaparición del virus.
Al cumplirse el mes o nos abren la puerta o las abriremos, porque mayor será el perjuicio de seguir encerrados y no se le pueden dar dos vueltas a las series de Netflix sin salir perjudicados.
Cuando salgamos del Arca de Noé habrá que revisar bastantes cosas, entre ellas quiénes están al mando en cada puente y si lo merecen por mérito y sabiduría. La respuesta ya la sabemos, hace muchas décadas que el dinero y la ideología arrastraron por el suelo la excelencia.
Se ha decretado el cierre total de la actividad económica, pero el listado de actividades permitidas supera las cuarenta, lo que da una media de casi dos por ministerio y más de dos por presidente de comunidad autónoma.
Porque a día de hoy esta es la realidad en España: tenemos mucho de todo, particularmente presidentes y políticos, pero luego no hay de nada.
Ni epidemiólogos.
1 comentario:
Sí, los países mediterráneos seguimos siend mejores.
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