La Semana Santa de Sevilla no es -o no era- solo una fiesta religiosa, tampoco una fiesta pagana, sino eso y todo a la vez. Es -o era- una celebración del tiempo y de la polis, la ciudad se reconocía cual narcisa a sí misma y elevaba, al tiempo, un canto elegíaco a los antepasados, una nostalgia del barrio y la ciudad.
Es -o era- por tanto, una fiesta esencialmente popular, pero no populachera, abarcaba al pueblo todo: desde el que ve la cofradía a pie de calle a quien la veía a golpe de balcón.
¡Silencio, pueblo cristiano!
De esta fiesta total, no por wagneriana, sino porque no excluye a nadie dio preciosa cuenta hace más de veinte años Francisco Robles Rodríguez en sus "Tontos de Capirote", aquel libro renovó después de muchas décadas de suspiros pregoneriles la forma de hablar de las cofradías.
Yo creo que los sevillanos de todos los continentes nos reconocimos en aquella academia de la estulticia: en la prodigiosa galería de tontos dibujada con la misma ternura que lirismo.
Se recuerda aquel libro por sus sonrisas de antifaz, pero valía más por sus perlas de emoción y recóndita armonía.
Pasan los lustros, "el cofrade mide el tiempo en lustros", y al ritmo de las tecnologías el tonto ha devenido ahora en FRIKI. Con la edad, además, se ha agudizado el colmillo retorcido del escritor y aquellos personajes tiernos, sin dejar de ser entrañables, han ingresado en el manicomio del esperpento.
Partiendo de la tesis, que suscribo, de que la Semana Santa es reflejo siempre del tiempo que le ha tocado vivir, surgen ahora de las sombras los "Frikis de Capirote", cuando el matrix de las pantallas ha alienado a la ya de por si esquizofrénica ciudad de la gracia.
Leo estos "Frikis" con una sonrisa que se vuelve carcajada, carcajada que se torna cada vez más tenebrosa. Seamos sinceros: el universo digital, acelerado y narcisista de hoy es de alguna forma intrínsecamente incompatible con las eternidades de la Semana Santa.
Veinticinco años después de los "Tontos de capirote" que se reeditan a la par que sus espectros, estos "Frikis de capirote" son, me temo, el acta de defunción de la Semana Santa de Sevilla.
Que la fiesta está muerta es cosa sabida: a mayor esplendor visual menor hondura; que -sin embargo- todavía podemos acceder al espejismo del espejismo de lo que fue cuando aún guardaba una mesura y un equilibrio humano, también es verdad.
Y por eso no cesaremos, un año más, de transitar las calles, con o sin corona de virus y espinas, dando el eterno paseo callejero, como la editorial que los publica, que nos fuerce a rememorar la carcajada, pero también la sonrisa, cada vez que topemos con uno de estos frikis maravillosos, cada vez que topemos con nosotros mismos, como quien caza un pokemon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario