lunes, 13 de abril de 2020

Diario del Año de la Peste XXXI ("1649-III")

Se ha visto un corzo correr alegremente por las calles de una Valladolid desierta -la ciudad como un  solitario páramo de Castilla surcado por los farallones de piedra de los bloques de pisos y las viejas iglesias- y a un jabalí trotar por Madrid Central sin haber mediado invitación electrónica ni disponer el animalito de certificado homologado de emisiones porcinas. 

Qué pronto se han olvidado los animales de nosotros, les basta un mes para retornar a su costumbre primitiva. En la falta de memoria está su trampa futura, como en la desmemoria está siempre el tropiezo humano. Acudamos otra vez a ella.

En el año de gracia de 1649 un cronista anónimo, probablemente un jesuita, daba cuenta en su memorial, conservado en la Biblioteca Colombina cabe la Catedral de Sevilla del estado de la ciudad al inicio del año de su Peste:

"Desde los últimos meses del año de 1648 se guardaba la ciudad de Sevilla de las de Cádiz, Sanlúcar, Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera y otros lugares de su contorno, por estar tocados del mal contagioso de peste. Y se reconocieron en Triana, San Bernardo y casas del Arenal y Torre del Oro que en algunas habían muerto algunas personas que habían venido de estos lugares heridas de este contagio. Y con secreto había las justicias puesto el remedio que les pareció conveniente, por lo cual así ellas como los vecinos estaban con gran cuidado y temor Y por esta causa, a pedimento de los Cabildos eclesiástico y de la Ciudad, el señor arzobispo don Agustín Espínola mandó que la procesión que se hacía el día de San Sebastián, 20 de enero de este año de 1649, a la ermita del Santo, extramuros de la ciudad, en cumplimiento del voto de los Cabildos con sola su presencia, fuese general con todo el clero y religiones de la ciudad, concediendo los días de perdón e indulgencia que conforme a su dignidad podía, a todas las personas que la acompañasen rogando con sus oraciones al santo librase a esta ciudad del mal contagioso de peste"

Las autoridades ya tenían noticia de los contagios, no ya en Wuhan o en la Lombardía Gaditana, sino en los propios barrios de la ciudad, pero la noticia es ocultada "había las justicias puesto el remedio que les pareció conveniente". En lugar de confinarse y organizarse para hacer frente a la epidemia, como harían más adelante, hacen uso de la tecnología de su época y de todas las épocas, animando a toda la población a salir en procesión rogativa.

(Y no puede uno dejar de trazar paralelismos acerca de cómo cada tiempo tiene su pensamiento único, al que se subordina la razón y la cordura, -ya sea la santa doctrina católica o el feminismo beatísimo- y cómo esta ceguera -como el sueño de la razón (o mejor, la sinrazón)- engendra monstruos: no fueron inocuas en 1649 las consecuencias de esta manifa de suplicantes, de este 8M barroco)

Sigue el cronista:

"Lo que este día vi y noté en esta procesión parece (según mi corto entender) Se debe referir. Fue lo primero la gran tristeza y melancolía del pueblo que asistió a ella, que parece pronosticaban el estrago grande que hizo la peste en esta ciudad, de que había tantos temores, generalmente en toda la gente. Los cuales se aumentaron, o confirmaron, con la poco advertencia de los ministros o jueces, que habían mandado quemar un poco de ropa, que se averiguó venía de uno de los lugares tocados del contagio, con lo cual fue la aflicción y congoja grandísima, pues siendo un día este en que se sabía había de salir tanta gente al campo, se pudo reservar para tiempo en que no hubiese tanta publicidad, y cuando se procuraba desvanecer los recelos y temores fue sacarlos al público para hacerlos más notorios"

Es decir, la procesión -a la que se arengó a toda la ciudad- tenía un propósito piadoso, sí, pero sobre todo era un lenitivo para evitar que la población -espantada por las noticias que hubieran llegado de Wuhan- se alarmará. Todo estaba bajo control si las fuerzas vivas de la ciudad peregrinaban a San Esteban. Era un llamamiento a la calma, como se dice ahora.

Pero entonces vieron quemar la ropa y aquello fue como el tronar de las trompetas del apocalipsis. Y siendo un día este en que "se sabía había de salir tanta gente al campo se pudo reserva para tiempo en que no hubiese tanta publicidad".Que no cunda el pánico les habían dicho, otra vez, como a nosotros.

Quedó señalado así el enfrentamiento, natural entre el pueblo y sus gobernantes.

Se había fraguado EL RELATO.

La Peste': viaje sin red a la cruda Sevilla del siglo XVI
Fotograma de "La peste".


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