sábado, 18 de abril de 2020

Diario del Año de la Peste XXXV ("Motín abordo")



Quedó atrás el mar de los sargazos. Tras más de un mes de travesía sin avistar tierra firme las carabelas, impulsadas por los vientos alisios, estaban cada vez más lejos de Castilla.  Ante el temor de no disponer de vientos favorables para la vuelta la tripulación y los oficiales dieron a Colón un ultimátum

En el instante más álgido de su aventura el almirante supo contener la sublevación y mantener la calma. Pidió dos días más de confinamiento. Esto sucedía el 10 de octubre de 1492. El día 11 -y para mitigar la desmoralización de la marinería- se informó de un número de leguas muy inferior al realmente recorrido (fake news), que había sido el más largo de toda la singladura. 

La situación era límite, según sus cálculos  -cuya fiabilidad es todavía un misterio- ya deberían haber arribado a Cipango, pero no se divisaba la costa. Se veía abocado a renunciar al sueño al que había entregado su vida cuando no a ser condenado a cadenas -como años después le sucedería- por abuso de autoridad y otros cargos peores. Jamás tendría  otra ocasión de armar una expedición como aquella y su fracaso lo borraría de la faz de la  historia. ¿A qué santos y vírgenes no se encomendaría Cristóbal Colón en aquella hora desesperada?

Entonces, justo entonces, toda la noche, se oyeron pasar pájaros.

"¡Tierra a la vista!" - desde los mástiles de la Pinta Rodrigo, del barrio de Triana en Sevilla, gritaba por encima del horizonte del tiempo y del mundo.

¿Avistaremos también "tierra" nosotros? 

Estamos exhaustos y desanimados, ya hemos explorado todos los rincones de la casa y de la conciencia, ya conocemos de sobra los confines de nuestro confinamiento y solo tenemos razones para la desesperación. Ni siquiera el improbable sueño de la tierra firme nos entusiasma.

En caso de llegar, si llegamos, será un tierra áspera y estéril, plagadas de indios con cerbatanas cargadas de corona virus, sin bares, ni restaurantes ni hoteles ni trabajos.

¿Del capitán,qué podemos pensar ya? Si al menos nos ofreciera un horizonte de sucesos de dos días como hizo el almirante, pero siempre hay quince días por delante.

Algunos de nosotros han decidido rebelarse, se los ve corriendo por las calles, o en pos de un kiosko en las antípodas de sus barrios donde comprar un salvoconducto en forma de periódico. Tampoco ayudan las noticias cuando hablan de confinamientos intermitentes, del desmoronamiento seguro de la feria de Sevilla, del colosal ERTE al que estamos abocados todos.

Es la hora de los espejismos. Lo de quedarse en casa ya no va con nosotros. El eufemismo  de la "distancia social" -esto es, la renuncia a la condición humana- nos produce náuseas. A veces pensamos que somos los únicos que navegamos en estas carabelas distanciadas que son nuestros hogares. Las videollamadas no consuelan ya de nada. Si levantaran la veda ni siquiera nos molestaríamos en bajar a la calle, nos hemos vuelto agorafóbicos a fuerza de costumbre. Las rogativas del Papa ya quedan muy lejos y Dios no parece haber escuchado nuestras plegarias.

Dicen que el gobierno se plantea una España sin bares ni restaurante hasta diciembre y sin embargo en Alemania los niños ya van a volver al colegio. Pareciera que al capitán le conviniera mantenernos encerrados en la bodega. 

Dudamos de la bondad de nuestro esfuerzo: primero íbamos a evitar el colapso hospitalario -que no se ha producido- , luego íbamos a salvar vidas (pero la cifra es ya abominable). Si no nos dejan volver a nuestros oficios empezarán a correr peligro otras poblaciones. En Sevilla no se ha llegado a los tres mil casos, nadie ingresó ayer en la UCI, solo hubo 55 positivos en una provincia de dos millones de habitantes. 

¿Está realmente justificado este confinamiento infinito en una ciudad con tantísimo paro?¿A quién conviene esta miseria? 

Perdonadme, tengo el cerebro enturbiado por el sol, la sed y la fatiga.  En el horizonte solo veo la fata morgana de nuestro destino. Debo sondear el pozo de la esperanza.Todo va a salir bien, llegaremos a Guanahaní, veremos tierra, nos abrazaremos con los indios -incluidos los caníbales- en la playa. A este virus lo vencemos unidos.

En esta hora del motín abordo solo nos queda fiarlo todo a la proverbial suerte del almirante.

Pero me asomo al balcón y no escucho esta noche pasar pájaros.




1 comentario:

José María JURADO dijo...

Gracias, Carlos.

He leído las noticias de Grecia en los diarios precisamente esta mañana y me han llenado de esperanza y de preguntas.

 
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