lunes, 24 de agosto de 2020

La Montaña Mágica (III)

Capítulo II https://lacolumnatoscana.blogspot.com/2020/08/la-montana-magica-ii.html

Capítulo I https://lacolumnatoscana.blogspot.com/2020/07/la-montana-magica.html

Si bello era el jardín de Abu Hasan, más bello era aún su palacio semejante a una fantástica y gigantesca tienda oriental cuyas cúpulas y tejados conservaban la irisada ondulación de los desiertos y sus cambiantes colores.

Acogía a los visitantes, a manera de salón, un gran baldaquino profusamente labrado en yeso asomado a un largo estanque por el que se prolongaba sin fin una arquería en la que se entrelazaban las ramas de los árboles que al reflejarse en las aguas le conferían un transparente verdor sin fondo. En los muros y columnas de las galerías los versículos del Libro Sagrado se trenzaban con las hojas y las flores de los arriates de forma que apenas eran distinguibles el reino mineral y el vegetal, pues, así como se dice que respiran las plantas, parecía que las bóvedas y artesonados que coronaban las numerosas estancias se henchían insuflando al palacio los perfumes del jardín.

Muchos eran los recintos que albergaba el palacio, algunos de belleza tan singular que eran conocidos más allá de estas fronteras y usados como modelos por otros príncipes del Islam, como el salón del harén, conocido en voz baja como “de los desnudos” aunque sobre todos ellos destacaba aquel que llamaban “la cristalería de Alá”, de hermosura indescriptible pues como dijo el Profeta "Alá es bello y ama la belleza" 

Aquí y allá crecían diseminadas, compitiendo en altura con las palmeras, torres y cresterías, destacando sobre todo el finísimo alminar coronado por la media luna y en el que, se decía, vivía encerrada y apartada de los ojos del mundo la hija del walí quien, por estar destinada por su cuna y su belleza a alguna remota corte arábiga era ya conocida desde niña como la Sultana, siendo su nombre real ignorado por todos pues así lo había dispuesto su padre, Abu Hasan quien, a sus numerosos temores había de añadir el de esta celosa vigilancia.

No, las ruinas que ahora se pueden contemplar no son los restos de aquella residencia prodigiosa de la que ningún rastro se ha podido encontrar salvo un pequeño murete esgrafiado, con inscripciones apenas legibles. Después de la reconquista se construyó aquí un nuevo castillo para vigilar las incursiones del reino de Portugal alrededor del cual fue creciendo la villa de Aracena. Han de saber que esta tierra ha sido milenariamente rica en metales y oro y por eso largamente codiciada.

Es precisamente a esta abundancia de oro a la que debía Abu Hasan su esplendor y su miedo, pues como guardián de las minas de Sierra Morena había regido las explotaciones con mano tan sabia como poderosa, ampliando las prospecciones sin por ello dejar de cumplir con los tributos inherentes a su cargo y posición, preeminente en riqueza, pero secundaria en honores, en la taifa de Sevilla.

La imagen puede contener: cielo y exterior
Plaza de doña Elvira, Aracena, julio 2017

Continuará....

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