sábado, 26 de septiembre de 2020

Una vida en plenitud

BÉCQUER. VIDA Y ÉPOCA

Joan Estruch Tobella.

Editorial CÁTEDRA

Alto cargo del Estado, periodista en Cortes, trepidante reportero, leal, mordaz e infatigable polemista político del ala conservadora, recibido por la Reina en Palacio, fundador de la sociedad de autores, amigo personal del Presidente del Gobierno, acomodado esposo burgués y padre emancipado adelantado a su siglo, la extraordinaria biografía de Joan Estruch Tobella sobre Gustavo Adolfo Bécquer nos devuelve una imagen ya entrevista en las monumentales obras de Rica Brown, Pageard y Montesinos, pero desde una visión más lúcida, menos prejuiciosa y más contemporánea.


Aplicando la navaja de Ockham Estruch Tobella examina cada disyuntiva borrosa en la vida de Bécquer optando por la solución más lógica y natural, aunque no siempre -por no decir casi nunca- la más transitada hasta la fecha.

Etérea y vaga como sus sueños hay en la vida de Bécquer, pese a ser muchísimos los datos disponibles -muchos más de los que pudiera imaginarse- (y más ahora con las consultas en línea a la prensa digitalizada del siglo XIX que Estruch Tobella ha fatigado incansablemente), siempre un fondo de neblina, de fantasmagoría donde todo queda entredicho y vacilando entre el sí y el no.

Para casi todo en la vida de Gustavo Adolfo hay dos versiones, no siempre amables, y casi siempre contradictorias.

Este hechizo de su biografía evanescente, envuelta en el halo romántico del retrato pintado por su hermano Valeriano del que también se nos da abundantes noticias- es el que atrajo desde muy temprano, a innumerables becqueristas, desde el mítico Franz Schneider que exhumó "El Libro de los Gorriones" de la Biblioteca Nacional, al añorado Montesinos. Siempre en busca del dato, del recorte periodístico que pueda dar un giro a lo que se daba por asentado.

¿Aparecerá alguna vez el manuscrito original de las rimas con el prólogo del Presidente del Gobierno, el déspota y sensible Gonzalo Bravo?

¿Y la novela que por este libro de Estruch Tobella estamos ahora casi seguro que Gustavo compuso?

¿Guarda alguien los expendientes de la censura novelística en cuya oficina fue él el más alto dignatario?

En ocasiones parece que asistimos a una novela de detectives en pos de una trama de mil entrelazados hilos: la historia de amor y desamor con Casta Esteban, afortunadamente reivindicada en la obra frente al más clásico desdén misógino que había alentado los estudios más significativos, eso sí aunque no del todo inocente en cuanto a los sufrimientos conyugales del poeta; las tournés por Rusia de una Julia Espín acaso no merecedora de un solo probable romance; el inexistente balcón de las golondrinas o la desgraciada suerte de los hijos y el insólito embrutecimiento de su sobrino Alfredo, famoso delincuente de Madrid, un carterista apodado el Pollo Bécquer.

Magistral me ha parecido la concluyente argumentación con la que se desmonta la ignominiosa atribución de "Los Borbones en Pelota" -parece increíble que alguien tan escrupuloso como Pageard sucumbiera a esta posibilidad- así como la narración del escandaloso suceso del periódico de un día "Doña Manuela".

Aunque su retrato preside mi biblioteca y siempre he tenido las rimas de Bécquer en la memoria y eché los dientes leyendo las leyendas, durante algunos años (oh erróneo influjo de Borges) tuve a Bécquer como un minor poet inglés (en el buen sentido de la palabra minor) y como un narrador más convencional que genial.

Sí, toda la prosa, la poesía y la dicción del español moderno procedían de Bécquer, pero al mismo tiempo sus versos tenían escasa trascendencia en la literatura más allá del castellano, parecía además que determinados modismos e imágenes rozaban lo almibarado o abiertamente cursi. Qué error el mío.

Pues no: con más lecturas y mejor conocedor de la tradición propia y extranjera -incluido todos los romanticismos europeos- creo que es imprescindible afirmar que Bécquer es -antes del machadiano, lorquista y juanramoniano siglo XX- el más alto poeta en español tras la tríada genial que forman Góngora, Quevedo y Lope, a la altura también de Garcilaso, Fray Luis y San Juan.

Su poesía y su prosa son de oro como los siglos y, justo es reconocerlo, no ha existido en el idioma poeta más inspirado que él, capaz de fijar en un verso, en una rima, un objeto mental y figurativo indeleble. El acorde, que diría el becqueriano Luis Cernuda.

No hay poeta más memorable que Bécquer, y la memoria -Mnemosine- según se sabe, es la madre de las nueve musas.

Sin proponérselo y sin la afectación de los bohemios parisinos, Bécquer encarnó la figura arquetípica del poeta y la poesía en España -poesía es él- lo que de alguna manera lo perjudicó en un siglo impersonal y deshumanizado como fue el siglo XX tras las guerras, cuando la figura de Bécquer se desdibuja quedando, frente a Machado, Lorca, Juan Ramón y todo el becqueriano 27 como producto de consumo para adolescentes enamoradizos.

Es hora de actualizar estos juicios y la biografía de Estruch Tobella es la magna contribución a esta necesaria reivindicación y con toda seguridad el suceso más perdurable de este pandémico año del ciento cincuenta aniversario de la muerte del poeta (el centenario del nacimiento coincidió con el aciago año de la Guerra Civil y solo -y solo- Montesinos en Sevilla lo honró junto a su tumba en el Panteón de Hombres Ilustres, por cierto siempre cerrado salvo los viernes a la hora de la siesta).

Para todos los que amamos la obra de Gustavo Adolfo Bécquer y sentimos siempre piedad por su triste destino esta biografía nos ofrece un consuelo, la de saber, que aunque muy breve, brevísima, nuestro poeta vivió -y no solo en su poesía- una vida en plenitud.








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