Pero si hay algo en lo que Bécquer es específicamente grandioso es en su inspiración. En sus textos y poemas hay siempre una visión trascendente, platónica. A través del sueño o de la imaginación se remonta a zonas desconocidas, más allá de la Caverna. De suerte que, luego ya en la tierra, traía esos versos que son como arquetipos, esas estructuras rítmicas pre-existentes, que él solo ascendió a contemplar y dar a conocer. García Viñó y Montesinos hablaron del esoterismo becqueriano, el segundo comentaba asustado la extraña capacidad de Gustavo Adolfo para cruzar la línea de sombra.
"Estoy a punto de hacer el gran viaje", así se despidió de
sus amigos pocas semanas antes de morir, siendo acompañado en su ascenso a los
cielos por un eclipse total de sol.
Sí, esta es la idea del poeta como vate o sacerdote, tan
romántica y probablemente tan perjudicial para la propia poesía convertida en
vaso de oro de lo sagrado, pero, ¿cómo se explicaría si no que nuestro poeta
diera con estos versos que todos conocen sin haberlos conocidos?
Versos que al ser pronunciados provocan el acorde cernudiano: “El instante —escribe Cernuda— queda sustraído al tiempo, y en ese instante temporal se divisa la sombra de un gozo intemporal, cifra de todos los gozos terrestres, que estuvieran al alcance.»
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma
una aurora
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la
lira;
Como la brisa que la sangre orea
Del salón en el ángulo oscuro
Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se
inflaman;
Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo
soy el símbolo de la pasión;
porque son, niña, tus ojos
verdes
como el mar te quejas:
Tu pupila es azul, y cuando ríes
Hoy la tierra y los cielos me sonríen
Cuando sobre el pecho inclinas
la
melancólica frente,
¿Qué es poesía? -dices mientras clavas
Cuando en la noche te envuelven
las
alas de tul del sueño
Por una mirada, un mundo;
Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida,
me atrevo a verte;
Los suspiros son aire y van al
aire.
Tú eras el huracán y yo la alta
torre
que desafía su poder:
Cuando me lo contaron sentí el
frío
de
una hoja de acero en las entrañas;
Como se arranca el hierro de una
herida
Olas gigantes que os rompéis
bramando
Volverán las oscuras golondrinas
Qué solos se quedan los muertos.
donde habite el olvido,
alegre la tristeza y triste el
vino.
No dormía; vagaba en ese limbo
pero sé que conozco a muchas
gentes
a quienes no conozco!
Son 25, de entre las 79 rimas de 1871 y porque he parado ¡25! ¿Qué poeta reúne entre sus textos tantos números uno, tantos blocksbuster? Que sepamos, Lorca, Machado, Lope, Juan Ramón…
Ahí es donde está Bécquer y esta es su única y genial grandeza.
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