miércoles, 16 de diciembre de 2020

Sí. Y el perro (pesadilla)

Llamaban a la puerta, pero cuando me dirigía a abrir, a mi espalda y por la ventana del balcón entró, como Pedro (Botero) por su casa un individuo de aspecto cochambroso y mirada torva y turbia.

-¿Satanás? - pregunté con la sangre congelada

-Sí. Y el perro.

Y tras él, zahíno y salvaje, apareció un inmenso cimarrón echando espuma por la boca, agitándose nervioso por el salón, donde apenas tenía espacio para correr, resbalándose al mismo tiempo que lanzaba dentelladas como cuchillazos, mordiéndome las canillas y, ya en el suelo, las muñecas.

Alcé los brazos suplicando y gritando despertar, pero no lo lograba, y luego me sumí en una honda, insondable y silenciosa oscuridad tristísima.

PS: Al despertar, taquicárdico, sudoroso, con lágrimas en los ojos, vi que me había quedado dormido leyendo un artículo teológico sobre la condenación eterna.



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