Durante siglos los trianaplanistas han sostenido que Sevilla solo se podía cruzar, de un lado a otro del río, -del Paseo de Colón a la Calle Betis-, pero no rodear.
El derribo de las puertas de la muralla, tras la revolución Gloriosa en 1868, hacía suponer -pero no se había demostrado hasta la fecha- que debía haber un paso que permitiera, por encima de toda clase de vados, rodear la ciudad.
La SE-30, la Ronda Histórica o el Carril Bici habían venido ofreciendo indicios de esta posible ruta, pero no habían sido, hasta la fecha, concluyentes.
Así, las múltiples estrecheces del carril bici hicieron fracasar al menos tres expediciones que intentaron circunnavegar la ciudad. En la Ronda, como se sabe, cambia el sentido del tráfico en la Puerta de Carmona y la Calle San Fernando no es accesible desde el derribo de la Pasarela.
La vuelta que da la SE-30 es, por otro lado, demasiado amplia y la ronda Supernorte y el Puente del Alamillo o el del Centenario han sembrado dudas sobre la "continuidad de los parques."
El testimonio de Julio César, que levantó las murallas de la ciudad durante sus campañas de la Guerra Civil no dejaba sin embargo lugar a la duda y era a esta fuente a la que convenía acudir.
Es fama que en la Puerta de Jerez figuraba este lema que hoy puede admirarse en uno de los palacios que marcan la senda hacia la Avenida:
"Hércules me edificó
Julio César me cercó
de muros y torres altas,
y el rey santo me ganó
con Garci Pérez de Vargas."
Pero ni Fernando III el Santo dispuso de tiempo tras la reordenación de las collaciones de la ciudad, ni el Asistente Olavide, pese a la precisión de su plano, pudieron demostrar efectivamente la viabilidad del rodeo.
Irónicamente Juan Sebastián Elcano y la Expedición de Magallanes completaron la vuelta al mundo cuando aún no se había verificado la circunnavegación de Híspalis.
Son conocidos los intentos de José María Izquierdo y de Chaves Nogales, pero el primero en su maravilloso libro "Divagando por la ciudad de la gracia", no acierta a definir una ruta precisa, divaga mucho. Por su parte Chaves, en "La ciudad", se pierde una y otra vez en los caminos que conducen a Triana, ofreciendo así argumentos a los trianaplanistas, abundantemente explotados.
Algunas expediciones extranjeras, como la de Admunsen en los primeros años del siglo XX, -cuando se quejó de haber pasado más frío en el Hotel Inglaterra que en los círculos polares- lo intentaron con trineos y sherpas, pero era imposible, acababan siempre extraviados en Santa Cruz o en San Bartolomé. Y, finalmente, aparecían -como teltetransportados por algún triángulo hispalense de las Bermudas- a las tabernas trianeras.
Después de haber estudiado numerosos planos y analizado las condiciones meteorológicas estimé que el 2021 era el año apropiado para intentar la proeza, los confinamientos vespertinos auguraban un seguro despeje de la ruta, haciendo casi inviable el desvío a Triana.
La verdad es que al principio me resistí, como el niño de dos años que permanece en el regazo de su madre o se refugia en el carricoche, tenía miedo y "no me arrancaba a andar". Filomena y sus ventiscas fueron la excusa perfecta para soslayar el reto hasta que por fin se impuso la realidad.
O andaba ya o la operación bikini, ya reconvertida en operación pareo, fracasaría estrepitosamente. Había que liberarse como fuera de estas lorzas que perjudican la salud y nieblan la inteligencia.
Por fin me decidí:
El sábado 30 de enero a las 18.30 de la tarde, al atardecer y con tiempo duro de levante y 35 nudos de viento un helicóptero ¨de Peugeot me dejó en el Prado de San Sebastián y di inicio a la travesía.
Renuncio a describir las maravillas que fui encontrando a mi paso, exceden a todo lo que un humano pueda imaginar, desde los altos bastiones de la muralla romana a los portentosos alminares de las iglesias todo iba girando en torno a mí mientras seguía mi circular derrota.
Llegados al río reconozco que dudé, pero la reciente visión de la Esperanza Macarena cuyo altar asiático se abría hacia la resolana me insufló las fuerzas suficientes para no incurrir en la herejía trianaplanista y eludir el puente.
Mediante navegación de cabotaje logré hacer, siempre con el viento en contra, el tramo más duro de la ruta, cuya dureza solo se aminora al pasar junto a la Maestranza, dejando siempre al Guadalquivir a la derecha.
A eso de las 20.30, y cruzando el viejo cauce del Arroyo Tagarete y los Jardines de Murillo, que en su esplendor celebraban la fiesta de la Candelaria, alcancé nuevamente el lugar de partida en el Prado de San Sebastián.
La travesía duró, pues, dos horas justas, pero sospecho que pueden reducirse.
Cuando miré el reloj marcaba sin embargo para mi sorpresa las 19.30h y es que habiendo andado en el sentido levógiro, contra las agujas del reloj, iba recuperando segundos a cada paso como el mítico Phileas Fogg que dio la vuelta al mundo en 81 días que fueron 80.
La explicación a este fenómeno hay que encontrarla en el hecho de que Sevilla siempre es representada "de costado", en sentido contrario a los puntos cardinales, lo que influye en la magnetización desaforada de las brújulas.
El recuerdo del insigne Fogg, al que muchos equivocadamente llaman Willy, me convenció de que no debía aplazar la memoria para la ROYAL SOCIETY y esa misma noche les remití el memorándum que va concluyendo y el plano y mapa que se anexa.
Telegramas de la reina y del Zar de Rusia me anuncian que mi gesta será compensada con honores y que al título de Sir podré añadir el marquesado honorífico de JIRADO de Sevilla, con licencia de la Real Academia para infringir o infrinjir la norma ortográfica en premio a mis hazañas.
Lo que se hace constar en Sevilla a 2 de febrero de 2021, Fiesta de la Presentación de Nuestro Señor Jesucristo a los efectos oportunos, dando fe el notario menor de la ciudad y firmando
JOSÉ MARÍA JIRADO DE SEVILLA.
IMAGEN, memoria remitida a la ROYAL SOCIETY por el piloto mayor de la expedición, sir JMJ
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